
En los últimos años han proliferado las dietas extremas que prometen longevidad y bienestar. Sin embargo, especialistas en nutrición y neurociencia advierten que estos enfoques pueden ser tan dañinos como los malos hábitos que buscan evitar. “Una dieta sin grasas ni azúcar es tan mala como tomar aceite de oliva a cucharadas”, asegura el Dr. Rubén Salvatierra, neurólogo y experto en envejecimiento saludable. “Hay personas que obtienen hasta el 70% de sus calorías diarias del aceite de oliva. Es una locura”.
Lejos de los extremos, lo que se propone es una alimentación equilibrada que contemple la diversidad nutricional. Las grasas saludables son necesarias para el funcionamiento del sistema nervioso, pero en cantidades razonables y acompañadas de una dieta rica en frutas, verduras, proteínas de calidad y cereales integrales.
Además de la dieta, la esperanza de vida está determinada por múltiples factores. “La genética y el entorno tienen un papel clave. Por eso, lo mejor es llevar una vida sana por si acaso nuestros genes no son tan buenos”, señala Salvatierra. Estudios recientes del Instituto de Genética Humana de la Universidad de Barcelona revelan que hasta un 40% de la longevidad puede depender de variantes genéticas heredadas.
El problema, aclaran los expertos, es que llegar a los 120 años no tiene sentido si la calidad de vida está comprometida. “No nos servirá de nada vivir más si lo hacemos con cáncer o alzhéimer”, agrega la Dra. Mariana D’Amico, geriatra del Hospital Italiano. La salud cognitiva, según explica, se protege con sueño adecuado, actividad física, estimulación mental y vínculos afectivos estables.
Y no todos los organismos funcionan igual. “En función de la genética, un cerebro puede necesitar dormir solo seis horas, y otro diez”, indica D’Amico. “No se trata de seguir fórmulas mágicas, sino de conocer nuestras propias necesidades, hacernos chequeos y construir un estilo de vida consciente y personalizado”.
En conclusión, la ciencia es clara: ni las modas ni los extremos son aliados del bienestar. Comer bien, moverse, descansar, disfrutar de las relaciones humanas y mantener el estrés bajo control sigue siendo la receta más sensata.